Hacer un relato sobre alguien destacado y controvertido no es tarea sencilla. Más aún cuando lo que se busca es hacer la biografía de uno de los más relevantes periodistas de la prensa argentina y un personaje que despertó y despierta sentimientos encontrados por el halo de oscuridad que envuelve a su figura. Hacer la biografía de Jacobo Timerman fue la titánica empresa que Graciela Mochkofsky asumió y que logró positivamente.
“Timerman, el periodista que quiso ser parte del poder” plasma con minuciosidad y rigor de investigación la vida profesional y pública de Jacobo y su trayectoria como periodista, como así también las relaciones ambivalentes que estableció con los distintos gobiernos de turno.
Con una descripción al detalle y una enorme cantidad de datos que sostienen sus argumentos, la autora transmite claramente el alto vuelo intelectual del personaje, su aguzada visión como empresario y su reconocida figura de “maestro” del oficio de escribir. Para esto se vale de las voces de quienes lo gozaron o padecieron trabajando a su lado pero que a la postre reconocen el profundo aporte profesional que les brindó a sus carreras. Tales son los casos de Mariano Grondona y Tomás Eloy Martínez.
Sin embargo, más allá de la admiración por parte de Mochkofsky que se transluce en sus líneas, la autora no deja de mostrar los más oscuros costados del creador del diario “La Opinión”. Revela los senderos políticos por los que se movió, sus contradictorias relaciones con el poder y sus contrarias actitudes en distintos momentos de la vida del periodista que coqueteó con todos y de cada uno consiguió algún beneficio. De ésta manera no retacea los datos que muestran al “mito” periodístico en sus aristas más miserables: su aspecto antidemocrático, su apoyo y militancia golpista, su hipocresía y su vanidad, su despotismo, su arbitrariedad.
Más allá de sus virtudes y su brillantez profesional, no se puede soslayar su apoyo a distintos sectores del poder, ya fueran civiles o militares. Sin embargo, a pesar de apoyar a varios golpes militares, sin ir más lejos el encabezado por Jorge Rafael Videla en 1976, el intercambio de favores gestados durante su vida no le alcanzó. Fue así como cayó en su propia trampa y el 15 de abril de 1977 fue detenido por la misma dictadura que él ayudó a llegar al poder. En ese momento no se privó de la delación de compañeros y colegas, lo que le valió el repudio y el posterior exilio tras su liberación.
Pero, fiel a su contradicción interior, fue uno de los dos únicos periodistas que decidió publicar los habeas corpus de los desaparecidos en la tapa de “La Opinión” y en su estancia en Estados Unidos, escribió un libro capital para la denuncia de las atrocidades que se estaban efectuando en el país, contribuyendo así a la difusión mundial del flagelo que asoló a Argentina durante 7 años.
Un gran aporte del libro es la constante contextualización histórica y social de cada época de la vida del Timerman y de la historia reciente de la Argentina. Consigue así un texto abarcador y completo tanto de del personaje, como del país y del periodismo local del siglo XX.
En síntesis, Graciela Mochkofsky logra retratar, con impecable destreza, a una leyenda del periodismo argentino. Amado y odiado, maestro y delator, brillante pero despótico, es innegable que Timerman marcó un camino y dejó su huella.
Un personaje mítico pero a la vez conflictivo. Dos caras opuestas, antes que complementarias, de una misma moneda. Una persona, varias personajes.
“Timerman, el periodista que quiso ser parte del poder” plasma con minuciosidad y rigor de investigación la vida profesional y pública de Jacobo y su trayectoria como periodista, como así también las relaciones ambivalentes que estableció con los distintos gobiernos de turno.
Con una descripción al detalle y una enorme cantidad de datos que sostienen sus argumentos, la autora transmite claramente el alto vuelo intelectual del personaje, su aguzada visión como empresario y su reconocida figura de “maestro” del oficio de escribir. Para esto se vale de las voces de quienes lo gozaron o padecieron trabajando a su lado pero que a la postre reconocen el profundo aporte profesional que les brindó a sus carreras. Tales son los casos de Mariano Grondona y Tomás Eloy Martínez.
Sin embargo, más allá de la admiración por parte de Mochkofsky que se transluce en sus líneas, la autora no deja de mostrar los más oscuros costados del creador del diario “La Opinión”. Revela los senderos políticos por los que se movió, sus contradictorias relaciones con el poder y sus contrarias actitudes en distintos momentos de la vida del periodista que coqueteó con todos y de cada uno consiguió algún beneficio. De ésta manera no retacea los datos que muestran al “mito” periodístico en sus aristas más miserables: su aspecto antidemocrático, su apoyo y militancia golpista, su hipocresía y su vanidad, su despotismo, su arbitrariedad.
Más allá de sus virtudes y su brillantez profesional, no se puede soslayar su apoyo a distintos sectores del poder, ya fueran civiles o militares. Sin embargo, a pesar de apoyar a varios golpes militares, sin ir más lejos el encabezado por Jorge Rafael Videla en 1976, el intercambio de favores gestados durante su vida no le alcanzó. Fue así como cayó en su propia trampa y el 15 de abril de 1977 fue detenido por la misma dictadura que él ayudó a llegar al poder. En ese momento no se privó de la delación de compañeros y colegas, lo que le valió el repudio y el posterior exilio tras su liberación.
Pero, fiel a su contradicción interior, fue uno de los dos únicos periodistas que decidió publicar los habeas corpus de los desaparecidos en la tapa de “La Opinión” y en su estancia en Estados Unidos, escribió un libro capital para la denuncia de las atrocidades que se estaban efectuando en el país, contribuyendo así a la difusión mundial del flagelo que asoló a Argentina durante 7 años.
Un gran aporte del libro es la constante contextualización histórica y social de cada época de la vida del Timerman y de la historia reciente de la Argentina. Consigue así un texto abarcador y completo tanto de del personaje, como del país y del periodismo local del siglo XX.
En síntesis, Graciela Mochkofsky logra retratar, con impecable destreza, a una leyenda del periodismo argentino. Amado y odiado, maestro y delator, brillante pero despótico, es innegable que Timerman marcó un camino y dejó su huella.
Un personaje mítico pero a la vez conflictivo. Dos caras opuestas, antes que complementarias, de una misma moneda. Una persona, varias personajes.
Entrevista con Graciela Mochkofsky, periodista, autora del libro "Timerman el periodista que quiso ser parte del poder". (Virginia Vénere - Damián Toschi)
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