La crisis financiera en Estados Unidos es realmente preocupante, no sólo hacia dentro del mismo país sino fundamentalmente en relación a las consecuencias en que puede derivar hacia las economías que, de una u otra manera, se relacionan o dependen de ella, en particular nuestro país.
Tal situación deriva de una fractura en el mercado de viviendas, de una restricción del crédito (como consecuencia de las dificultades del sector financiero) y de un debilitamiento en la formación de capitales. El dólar se depreció 17% en el último año y 31% desde fines de 2005. La pérdida de los grandes bancos, por revalorización a la baja de sus activos invendibles, se estima que podría alcanzar los 400.000 millones de dólares.
A diferencia de crisis anteriores, que se produjeron en economías emergentes, ésta se ha instalado en la principal economía mundial y ya se habla de un proceso de recesión que avizora un crecimiento de su economía de solo un 1.5% para el año 2008, la menor tasa anual desde 2001.
En la actualidad tal situación repercute con intensidad en nuestra economía, transmitiendo un efecto desestabilizador que podría afectarnos. Pero también puede llegar a tocar a otras grandes economías, como es por caso la de China, país con quien Argentina mantiene relaciones comerciales, en especial, la venta de alimentos.
Por eso, en tiempos de prudencia y mesura las preguntas adecuadas son: ¿cómo se puede enfrentar esta situación?, ¿existen respuestas que compensen la vulnerabilidad de las economías menos desarrolladas?, ¿la crisis se transmitirá en forma gradual o caerá fuertemente sobre la comunidad internacional?
Entrevista con Juan Manuel Garzón, economista del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL) de Fundación Mediterránea. (Matías Bongiovanni - Virginia Vénere)
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